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El otro sueño de Gregorio Samsa
Cuando Gregorio abrió los ojos se descubrió humano otra vez, los cerró y se negó a abrirlos. Nada más de pensar que no era un bicho recluido en el deleite de descubrirse día con día encerrado en ese cuarto; sino por el contrario, un hombre que tenía que levantarse a diario para ir a trabajar, para mantener a su penosa familia, le pareció la peor de las pesadillas... Conteniendo las ganas de abrir los ojos se mantuvo de ese modo mucho tiempo. Tanto estuvo así que sus familiares lo creyeron muerto, pues a pesar de la pataditas y las sacudidas violentas se negó a dar signos de vida. Lo enterraron vivo. Pero seguro, desde ese sueño profundo del que ya no despertará, sonríe complacido de no volver a la rutina...
El otro sueño de Gregorio Samsa
Cuando Gregorio abrió los ojos se descubrió humano otra vez, los cerró y se negó a abrirlos. Nada más de pensar que no era un bicho recluido en el deleite de descubrirse día con día encerrado en ese cuarto; sino por el contrario, un hombre que tenía que levantarse a diario para ir a trabajar, para mantener a su penosa familia, le pareció la peor de las pesadillas... Conteniendo las ganas de abrir los ojos se mantuvo de ese modo mucho tiempo. Tanto estuvo así que sus familiares lo creyeron muerto, pues a pesar de la pataditas y las sacudidas violentas se negó a dar signos de vida. Lo enterraron vivo. Pero seguro, desde ese sueño profundo del que ya no despertará, sonríe complacido de no volver a la rutina...
(Cecilia Eudave, Para viajeros improbables, 2011)
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