jueves, 21 de mayo de 2020

No quiero volver a lo de siempre, o de los zetas contra los zotes. Una historia de la humanidad futura (2)


Ding Long, limpiador
No puedo más. Cuatro horas encerrado en este armario de limpieza y mis dos compañeras que no se cansan de golpear la puerta. Menos mal que afecta al cerebro, porque con tirar de la manilla de la puerta la abrirían; por dentro está rota y no podría mantenerla cerrada. ¿Cuánto voy a aguantar? ¿Y si no se cansan antes? Los nervios no me van a traicionar, no se lo permitiré.
   ¿Por qué no le he hecho caso a mi hija y me he quedado en casa conociendo los peligros? Parezco tonto con esta mascarilla puesta y esperando a que entren y me aplasten la cabeza... Pero puedo salir y enfrentarme a ellas.
   ...
   Voy allá. Abro la puerta, sí, abro la puerta... la abro.
Yichang, Hubei, República Popular China, 3 de enero de 2020

miércoles, 20 de mayo de 2020

No quiero volver a lo de siempre, o de los zetas contra los zotes. Una historia de la humanidad futura (1)


Antonio Manzano, profesor de Música
No me lo creo: por fin volvemos a la calle. Las autoridades han declarado que se puede salir sin tomar más precauciones que las sociales, por el peligro a los ataques, pero las sanitarias no son necesarias. Mi hermano no se fía, piensa que nos están engañando, con o sin conocimiento de la verdad: está convencido de que el Olel21 contagia a cualquiera, sin distingos, que los resultados de las investigaciones son erróneos o nos los están ocultando.
   No sé qué hacer. El miedo a ser agredido por un infectado, por un zote sin cerebro, me frena, pero este pequeño apartamento se me cae encima y ya no tengo prácticamente trabajo, después del estrepitoso fracaso de las plataformas y actividades educativas digitales. Además es relativamente sencillo esquivar los ataques, salvo que te encuentres acorralado por varios zotes o te caigas al suelo.
   Acaba de parar un coche en medio de la rotonda. El conductor sale trastabillado, tropieza con lo que parece que es el cinturón de seguridad y cae al suelo. De la puerta del acompañante surge una pequeña figura con un vestido rosa pastel y corre hacia el conductor; se sienta encima de su espalda y empieza a golpearle en la cabeza primero con una mascarilla y enseguida con su frente, pero aquel consigue zafarse y huye en dirección a la playa. La chica de rosa le persigue, hasta que oye el sonido de un timbre de bicicleta en el portal de mi edificio y cambia de dirección.
   Tengo miedo.
El Toyo, Almería, España, 19 de mayo de 2020