En el colegio de mi hija pequeña han puesto como tono de salida el estribillo de «La puerta violeta» y ayer vinimos a casa mi bicho y yo cantándola. Por la noche miré a mis hijas y de nuevo me vino a la memoria, pero, además, me emocioné (me estaré haciendo mayor). Y pensé: no lo entiendo, cómo se puede...
Así que aquí dejo la letra y el vídeo. Qué sencillez para expresar la belleza de la libertad, de la liberación.
La puerta violeta
Una niña triste en el espejo
me mira prudente
y no quiere hablar.
Hay un monstruo gris en la cocina
que lo rompe todo,
que no para de gritar.
Tengo una mano en el cuello
que con sutileza me impide respirar.
Una venda me tapa los ojos,
puedo oler el miedo y se acerca.
Tengo un nudo en las cuerdas
que ensucia mi voz al cantar,
tengo una culpa que me aprieta,
se posa en mis hombros y me cuesta andar.
Pero dibujé una puerta violeta en la pared
y al entrar me liberé
como se despliega la vela de un barco.
Desperté en un prado verde muy lejos de aquí,
corrí, grité, reí,
sé lo que no quiero,
ahora estoy a salvo.
Una flor que se marchita,
un árbol que no crece porque no es su lugar,
un castigo que se me impone,
un verso que me tacha y me anula.
Tengo todo el cuerpo encadenado,
las manos agrietadas,
mil arrugas en la piel,
las fantasmas hablan en la nuca,
se reabre la herida y me sangra.
Hay un jilguero en mi garganta que vuela con fuerza,
tengo la necesidad de girar la llave y no mirar atrás.
Así que dibujé una puerta violeta en la pared
y al entrar me liberé
como se despliega la vela de un barco.
Desperté en un prado verde muy lejos de aquí,
corrí, grité, reí,
sé lo que no quiero,
ahora estoy a salvo.
Así que aquí dejo la letra y el vídeo. Qué sencillez para expresar la belleza de la libertad, de la liberación.
La puerta violeta
Una niña triste en el espejo
me mira prudente
y no quiere hablar.
Hay un monstruo gris en la cocina
que lo rompe todo,
que no para de gritar.
Tengo una mano en el cuello
que con sutileza me impide respirar.
Una venda me tapa los ojos,
puedo oler el miedo y se acerca.
Tengo un nudo en las cuerdas
que ensucia mi voz al cantar,
tengo una culpa que me aprieta,
se posa en mis hombros y me cuesta andar.
Pero dibujé una puerta violeta en la pared
y al entrar me liberé
como se despliega la vela de un barco.
Desperté en un prado verde muy lejos de aquí,
corrí, grité, reí,
sé lo que no quiero,
ahora estoy a salvo.
Una flor que se marchita,
un árbol que no crece porque no es su lugar,
un castigo que se me impone,
un verso que me tacha y me anula.
Tengo todo el cuerpo encadenado,
las manos agrietadas,
mil arrugas en la piel,
las fantasmas hablan en la nuca,
se reabre la herida y me sangra.
Hay un jilguero en mi garganta que vuela con fuerza,
tengo la necesidad de girar la llave y no mirar atrás.
Así que dibujé una puerta violeta en la pared
y al entrar me liberé
como se despliega la vela de un barco.
Desperté en un prado verde muy lejos de aquí,
corrí, grité, reí,
sé lo que no quiero,
ahora estoy a salvo.
Así que dibujé una puerta violeta en la pared
y al entrar me liberé
como se despliega la vela de un barco.
Aparecí en un prado verde muy lejos de aquí,
corrí, grité, reí,
sé lo que no quiero,
ahora estoy a salvo.
Rozalén
(«La puerta violeta», Cuando el río suena)
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