Ding Long, limpiador
No puedo más. Cuatro horas encerrado en este armario de limpieza y mis dos compañeras que no se cansan de golpear la puerta. Menos mal que afecta al cerebro, porque con tirar de la manilla de la puerta la abrirían; por dentro está rota y no podría mantenerla cerrada. ¿Cuánto voy a aguantar? ¿Y si no se cansan antes? Los nervios no me van a traicionar, no se lo permitiré.
¿Por qué no le he hecho caso a mi hija y me he quedado en casa conociendo los peligros? Parezco tonto con esta mascarilla puesta y esperando a que entren y me aplasten la cabeza... Pero puedo salir y enfrentarme a ellas.
Voy allá. Abro la puerta, sí, abro la puerta... la abro.
Yichang, Hubei, República Popular China, 3 de enero de 2020
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