lunes, 9 de junio de 2025

La yaya Aguedica

 

Estar a su lado era una de sus ocupaciones favoritas. Escucharla. Observar sus movimientos pausados. La adoraba, le encantaba que le contara sus historias de la guerra y la postguerra, con su marido haciendo zapatos y maldiciendo siempre en valenciano, sus relaciones con los vecinos, el miedo, el hambre... Y ella no se daba cuenta de lo que eso suponía para él, para su «nene», para el que ocupaba esa parcela tan peculiar en su vida.
   Él le pedía una y otra vez que volviera a contarle esas historias.
   ‒¿Otra vez? Si eso ya te lo he contado.
   ‒Sí, otra vez, yaya, por favor, que no me acuerdo ‒mentía descaradamente mirándola a los ojos; y ella siempre lo entendía, se reía y le volvía a repetir esa misma historia.
   ‒¿La del yayo en los Salesianos, cuando pasó Franco por el pueblo?
   ‒Sí, esa.
   La escuchaba con toda la atención del mundo y se fijaba en sus manos, esas manos claras que reposaban sobre su regazo, sobre la tela blanca y negra de la saya. Y se recreaba de nuevo en la historia y soñaba en su imaginación.
   No conocía la parte dura de la abuela, su reacción cuando se enfadaba, y se le hinchaba una vena de la frente y los ojos se le llenaban de odio. A nadie le resultaba fácil mantener su mirada. Y lo más curioso es que ella no era consciente de ese peculiar poder, que provocaba que los que la conocían intentaran evitar por todos los medios cualquier conflicto.
   Él no conocía esa faceta de su yaya. Solo disfrutaba de sus relatos revestidos de verdad, de sus recuerdos disfrazados de ficción.
   Y ahora estaba allí, sentado en la cocina, oyendo el trasiego de gente que entraba y salía de la casa.
   ‒Si que lo siento, nena.
   ‒Yo no sabía que estaba tan mal.
   ‒Pues si estaba sufriendo, mejor así.
   Y solo quería que se fueran todos, que los dejaran solos para poder entrar en la habitación, llevarle su vaso de agua y pedirle que le contara de nuevo otra de sus historias.

(Tertulia filandona, 9 de junio de 2025; asunto: Estar)

lunes, 26 de mayo de 2025

2073-2074

 

‒No entiendo nada. ¿Qué pasa? Estoy aquí encerrada y no recuerdo bien.
   ‒Calla ya, por favor. Qué suplicio.
   ‒Uy. Creía que estaba pensando.
   ‒Ya me gustaría a mí, que pensaras con la boca cerrada.
   ‒¿Qué raro? ¿Eres un espíritu?
   ‒¡Madre...! Sí, el Espíritu Santo emitiendo desde Radio Psicofonía.
   ‒Pero es que no entiendo. ¿He hablado antes? ¿Por qué no veo nada? ¿Por qué me han atado las manos? ¿Dónde estoy? ¿Quién eres tú?
   ‒Puf, y no hay manera de que pare.
   ‒Calla, creo que estoy tocando el tirador de la puerta.
   ‒Estate quieta, que eso no es el tirador.
   ‒Que sí. No. Se acaba de mover. ¡Ay!
   ‒Tranquila, que no es nada malo.
   ‒¿Qué es?
   ‒Nada.
   ‒Pero ¿qué es?
   ‒No te va a gustar.
   ‒Ay, no. Qué vergüenza... No entiendo nada, nada. ¡Qué hago yo aquí?
   ‒Creo que te han dado fuerte, pero no te preocupes. A ver, haz un poquito de memoria: lo último que recuerdas...
   ‒Que estaba en clase. Acabábamos de empezar el tema de la Segunda Década Ominosa, la de PS Castejón, del 18 al 28. Y después...: oscuridad.
   ‒El Programa de Reacondicionamiento Escolar. ¿Te acuerdas?
   ‒Ah, sí... Ya. ¿Pero por qué a mí? Si lo llevo muy bien. Demasiado bien, diría yo.
   ‒Pues igual es ese el problema, que te has pasado por exceso. Si destacas puedes provocar envidia y que te denuncie incluso algún compañero. Ya te avisé el primer día.
   ‒Sí, es verdad... Entonces eres Antonio. ¿Y tú por qué estás aquí?
   ‒Lo mío también ha sido por exceso, pero de otro tipo. Llevo mucho tiempo controlándome, y hoy ya no he podido aguantarlo más y al salir de clase le he cruzado la cara de un guantazo a Pablo Esteve.
   ‒Qué valiente. Yo no podría. Me da mucho miedo en cuanto entra por la puerta. ¿Y qué castigo nos va a caer?
   ‒Imagino que a ti por un 12.5 y a mí por un 10.7 nos ha tocado un 15.4, después del pertinente 13.1. Y espero que no vaya a más.
   ‒¿Cómo? Explícate, por favor.
   ‒Tu 12.5: muestra de un conocimiento y/o dominio excesivo e innecesario de la materia. Mi 10.7: agresión física. Para los dos, el 13.1: golpe correctivo en la cabeza con verga electrónica escolar homologada para reducción y reinicio del sujeto. Y el 15.4: encierro del sujeto maniatado y con los ojos vendados en un recinto reducido para facilitar la reflexión pedagógica.
   ‒Qué dominio.
   ‒A los interinos no se os pide, pero el Jefe de estudios del instituto tiene que conocer muy bien la normativa escolar.

(Tertulia filandona, 26 de mayo de 2025; asunto: Sicofonía)

lunes, 12 de mayo de 2025

El fin del mundo desde un conducto di/eferente (versión poética)

 

Y dijo el primer hermano:
«Hermanos, camaradas,
llegó nuestro momento.
Recordad las palabras
de San Seminífero,
recordad su profecía:
“Saltaréis al abismo
cuando llegue el día
impulsados por el creador,
por el ser omnipotente.
Orad, orad y apartaos
del camino a la muerte
de San Cipriano,
no os perdáis en paseos
por territorios ignotos,
por áridos sigmoideos.
Vuestra vida será efímera,
llena de vericuetos,
competiréis entre hermanos,
no os quedéis quietos,
y buscad la luz
por las dulces sendas
de terinos y metrios,
y alumbrad la tierra
de San Falopio”.
Tened claro vuestro objetivo
y cumplid la labor...».
Y el segundo hermano intervino:
«¿De qué coño habláis?
Predicad más claro
y decidnos qué hacemos».
Y aclaró el tercer hermano:
«Que vayamos saliendo
ya de los huevos
moviendo estas colitas».
Y los hermanos juntos entonces concluyeron:
«Folleu, folleu, que el món s’acaba».

(Tertulia filandona, 12 de mayo de 2025; asunto: Camaradería y Profecía)

Corresponsal

 

Lo intuyó desde el primer momento. No era más que una imagen difusa, una de esas ideas fugaces que muchas veces se colaban en su imaginación, pero se había instalado en su memoria y llevaba varios días recordándola sin querer hacerlo; como esos pensamientos circulares y obsesivos que tanto tiempo había tardado en eliminar de su vida después de muchos meses de tratamiento. Y se encontraba triste, con un sentimiento de decepción, de fracaso.
   Había aparecido por la mañana, al levantarse de la cama, y se había presentado clara y distinta mientras se vestía: el genio maligno preparando el desayuno en su cocina; era una imagen borrosa, pero estaba allí, delante de la cafetera, partiendo un dónut por la mitad, y le decía algo. Aunque lo peor no era esa imagen, sino una extraña e inquietante apariencia profética que la acompañaba.
   Pensaba en sus compañeros de terapia de grupo, en esos camaradas de trinchera, como le gustaba llamarlos. Si se los encontraba, cómo podría confesarles que había recaído. LA comprenderían, pero le angustiaba y esto se convertía en otro pensamiento reiterativo, otro más.
   Cada mañana se dirigía asustada a la cocina y miraba con recelo hacia la cafetera. Así un día tras otro, hasta que, tres semanas después, ya parecía superado: delante de su taza de café se dio cuenta de que había entrado en la cocina sin pensarlo, sin titubear, pero al volver a dejar la taza en el fregadero, allí estaba. Un señor de 70 y muchos años, muy alto, con un tupé rubio imposible y un color de piel anaranjado, canturreaba «It’s fun to stay at the Y-M-C-A. / It’s fun to stay at the Y-M-C-A»: los Village People. Al oírla, se giró hacia ella.
   ‒My darling, no te preocupes ‒le dijo en un castellano casi ininteligible‒, he venido a quedarme para siempre.
   Se despertó completamente empapada en sudor y con el corazón acelerado. Miró su despertador: November /  5 / 2024, 6:30. Había que correr, el tráfico en Washington por la mañana siempre era complicado y a las 8:00 tenía que estar en maquillaje: ese día entraba en directo en el Telediario de las 15:00 en España: víspera de las elecciones.

(Tertulia filandona, 12 de mayo de 2025; asunto: Camaradería y Profecía)

sábado, 19 de abril de 2025

Microrrelato de Lili Galindo Muñoz

Este curso mi hija pequeña, de 13 años, ha ganado el concurso de microrrelatos de terror de 1.º a 3.º de la ESO del IES San Blas con este texto, y me ha gustado.


Llevaba años elaborando la perfecta máquina de matar y aquella medianoche, cuando esa niña que había secuestrado hace tantos años me apuñaló, no pude evitar sentirme orgulloso.

lunes, 17 de marzo de 2025

Comerse la tostada


ELLA. ‒¿Conoces la expresión «olerse la tostada»?
ÉL. ‒Sí, la descubrí hace unos días porque la propusieron como asunto de escritura en una tertulia a la que voy.
ELLA. ‒Pues yo la utilizo para otra cosa, que me encanta.
ÉL. ‒¿Para qué?
ELLA. ‒Un pequeño placer algo extraño y que está un poco feo, pero muy sencillo. Y es que después de eso, pues me huelo eso.
ÉL. ‒Uy, qué fácil me lo has puesto.
ELLA. ‒A ver. Después de... eso. Me huelo... eso.
ÉL. ‒¿Perdona...? ¿Que después de echar un polvo te hueles el coño?
ELLA. ‒Ala, qué bruto.
ÉL. ‒Sí, claro, lo que tú digas. ¿Pero es eso?
ELLA. ‒Es después de un orgasmo. Ya sé que suena raro, pero...
ÉL. ‒Raro, no, suena muy marrano, además de difícil. ¿Cómo puedes olerte, es que eres contorsionista? ¿Y por qué lo llamas así?
ELLA. ‒Qué va. Es que como me huele a pan tostado con mantequilla... pues la tostada es el dedo, porque me lo meto en la tostadora, que sigue calentita y húmeda. Y me lo huelo. Me pone muchísimo, y vuelvo a tener unas ganas que no te lo puedes imaginar. Pero siempre lo hago sin que se dé cuenta mi pareja.
ÉL. ‒Alucinante. ¿Y lo has hecho ahora?
ELLA. ‒Bueno... Esta vez me estoy oliendo en otro tipo de tostada, más grande. Um. ¿Echamos otro?
ÉL. ‒Mejor, porque estás con la boca tan cerca que miedo me da que pases de olerme la tostada a mordérm...
ELLA. ‒Callafg, onto.

(Tertulia filandona, 17 de marzo de 2025; asunto: Olerse la tostada)

lunes, 17 de febrero de 2025

Post Data


Y aquí estoy, encerrada en esta mente que no se deja controlar, en un estado extraño, quizá irracional.
   Asisto al trasiego de personas de mi familia que me tratan con cariño, casi siempre, pero a las que no entiendo. Y siento un vaivén de sensaciones que me invaden, de sentimientos que me desbordan. Y la claridad de mi interior desaparece al intentar comunicarme, porque fuera está oscuro.
   Y solo me queda el recuerdo, postrada en esta cama, sin la presencia del tiempo.
   Y viene la vergüenza en los ojos de mis padres cuando nazco, la vergüenza y el temor. ¿Síndrome de Down: qué hacemos con esto?
   Y aparece la extrañeza en el rostro de mis hermanos, el desconcierto. ¿Por qué es tan rara, qué le pasa?
   Pero en seguida brilla el amor: besos, caricias, risas, muchas risas, días de playa infinitos... Y oigo los pasos de mi hermano, tus pasos. Y entiendo. Y siento cómo te sientes, y hablo contigo, solo a través de la piel. Y me pones «Another Day in Paradise», me sientas en tu regazo y los dos cantamos con Phil Collins en nuestro inglés chapurreado. ¡Cómo puedes ser tan bonita!
   Y entonces surge el abandono. Y desapareces. Y me quedo sola. Sin música, sin risas, sin caricias. ¿Y quién se atreve a mirar atrás?
   Y pasa el tiempo. Y entonces llega la muerte. Esa muerte que me está llamando ya, porque yo no sé, pero siento. Y siento que está aquí.
   Y se desvanece el recuerdo, pero me queda la piel, la caricia que quizá nos volvemos a dar.
   Y me voy con las olas, la arena, las canciones, nuestras risas y todos esos besos.

Post Data: Te espero aquí, donde te tengo que contar tantas cosas.

(Tertulia filandona, 17 de febrero de 2025; asunto: Vaivén)