Nunca podría averiguar si llegarían a quererla como se quiere a una madre, porque había decidido seguir el ejemplo de su mayor referente artístico y eso suponía una paradoja de difícil solución, además de que no les dejaba tiempo suficiente para demostrar su amor.
Pero la obra de «su pintor», aquel cuadro que le había descubierto en una excursión años atrás su profesor de Arte, esa imagen que no dejaba de aparecer insistentemente en su pensamiento, este reto en que se había convertido tener que reproducirla una y otra vez hasta captar su esencia, su perfección artística...
Lo había hecho varias veces y en alguna ocasión el resultado parecía satisfactorio, pero era insuficiente, carente de alma, porque el papel lo habían desarrollado sustitutos. Desde que trabajaba con sus hijos el proceso, naturalmente, se había ralentizado, pero todo se iba perfilando hacia la perfección que buscaba en esa unión casi mística goyesca: la cámara fotográfica como medio, ella como Saturno, y sus hijos...
(Tertulia filandona, 25 de marzo de 2024; asunto: Muerte)
No hay comentarios:
Publicar un comentario