lunes, 30 de octubre de 2023

Alcantarilla


Me arrellano en la silla del despacho delante del portátil, tengo que escribir sobre el tema «alcantarilla» y no sé qué decir.
   Puedo optar por la narrativa: alguna historia siniestra de seres subterráneos, un cuento de terror de asesino implacable, un relato distópico con clases sociales oprimidas por el «bien común» de unos pocos, un sueño metafórico sobre el mundo en que vivimos, o una inmersión en el sentimiento del paisaje con un personaje que desciende a sus abismos y se adentra en las alcantarillas de la ciudad. Quizá una descripción detallada y lúgubre cargada de lirismo. También se me ocurre lanzarme a la poesía con sentimientos tristes, gestos sombríos, amores morbosos y sucios... Eso de los amores morbosos me gusta, más de lo respetable.
   No sé..., después de este repaso todo me parecen tópicos que me hastían y me quitan las ganas de escribir. ¿Ya no me quedan temas ni enfoques que estimulen un texto digno de robarle tiempo al «desocupado lector»?
   Me voy al diccionario:
alcantarilla
1. f. Acueducto subterráneo, o sumidero, fabricado para recoger las aguas llovedizas o residuales y darles paso.
   Y entonces surge, sencillo:
   Las ideas me llueven, no sé si de las nubes o nacidas del detritus y puedo recogerlas, pero no sé darles paso. He perdido la fuerza de sumirme en esas aguas y moldearlas en forma de historias sorprendentes, sentimientos extraños, personajes auténticos...
   El texto queda claro, pues soy alcantarilla, alcantarilla seca, de ciudad abandonada.
   Pero la dicha acude en mi rescate:
‒Mamá ‒clama mi hijo‒, no encuentro la mochila.
   Y dejo la escritura y me voy a sumirme en aguas más prosaicas.

(Tertulia filandona, 30 de octubre de 2023; asunto: Alcantarilla)

La tertulia de los filandones de El godo


Hace ya tiempo que frecuento El godo. Desde que un día entré con mi amigo Álvaro a lo que era un pub de un señor irlandés, creo recordar, y el lugar había cambiado de dueño y de talante. Víctor, un leonés de pura cepa, nos recibió y como no había mucha gente terminamos hablando con él, y no fue mal la cosa, no. Enseguida conocí a Raquel. Y ahora soy un godoadicto.
   Se podría pensar que El godo es un bar, pero no es así; al menos para mí, y para buena parte de sus parroquianos. El godo es un lugar de encuentro, de buen comer y buen beber, pero también en el que pasar momentos agradables, intensos, divertidos, con partidos de fútbol, cuando toca, tertulias de cine, celebraciones, reuniones de extraños personajes de Samotracia... Y con la tertulia de los filandones.
   Después de asistir a varias tertulias de cine o frikicine, Víctor me comentó un día que llevaba muchos años en una tertulia literaria que se celebraba en ese momento, y así sigue, en El godo, y me invitó a apuntarme: la tertulia de los filandones. Cada dos lunes reunión, comida, lectura de los textos (relatos, poemas, reflexiones) que escriben los allí presentes a partir de un asunto dado en la convocatoria y comentario de un cuento de algún autor conocido, además de juegos varios en torno a la literatura. Me apunté y aquí estoy, escribiendo esta presentación, porque iré publicando los textos que escriba para la tertulia; espero que los disfruten.